Mirá, pibe-me dijo, mirándome fijo-ella no pasa nada por alto. Si lo hace, se está haciendo la boluda. Tenelo siempre presente.
Se paró, y salió de la sala. Y yo, a través de las cabezas que nos separaban, la ubiqué. Y, claro, ella nos había estado mirando. Me mostró esa mueca suya, parecida a una sonrisa, antes de que hubiese podido correr la mirada.
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