mardi 27 décembre 2011

mezclas alergénicas

Y sos la obsesión, la necesidad, el deseo, las ganas de abrazar y de sentir. Sos todo eso mezclado, juntado, armado, todo, todo. Y uno piensa y se pregunta por qué, por qué.
Por qué de nuevo, por qué así.

Mezclá, mezclá nomás. A todos los vicios, a cada uno de ellos. De ese cambalache, tremendo rejunte, a lo único que vas a poder rescatar va a ser a vivir. Y no, no te va a gustar.
¿Por qué de nuevo, y así?



Ideal para el invierno

mercredi 7 décembre 2011

despertate

el error no es ignorar, sino la necedad de no querer aprender.
escuchar, mis amigos, es la manera más sencilla de comprender.
y comprender es la única manera de entender dónde estamos, por qué, y qué deberíamos hacer.
dudar de lo que uno escucha es casi tan necesario como escuchar. jamás des las cosas por sentadas. jamás tragues lo que te dicen; la mirada crítica es esencial, también, para entender. para entender con quién estás hablando, a quién estás escuchando.

escuchar, comprender y criticar. claves para todos los días.

lundi 5 décembre 2011

prismáticos azules en un mundo de fotografías

Laira miraba la lejanía y sonreía. La persona a su lado omitía ese hecho y seguía leyendo. De vez en cuando le preguntaba cuánto tiempo más deberían quedarse en esa colina. La noche caía y el frío atacaba. Laira sonreía y miraba más allá del horizonte. No respondía, sólo sonreía.

Acababan de regalarle unos nuevos prismáticos. Eran azules y, gracias a ellos, se apreciaban detalles fantásticos. Miles de combinaciones de colores y texturas. Cantidades inmensas de fotografías mentales. Laira los estaba probando hacía ya cuatro horas. Su acompañante no aguantaría mucho más.

Habíanse mudado a las cumbres hacía un año. La vida allí era demasiado tranquila. No era necesario salir del hogar en días normales. Pero Laira deseaba probarlos. Era el suceso más extraordinario del último mes, la llegada del regalo. Eran traídos de la gran ciudad y pesaban un montón. Laira sentía el júbilo propio de su edad frente a semejante objeto.

El viento sacudía el follaje en general y Laira tuvo que sostenerse la cabellera. Su acompañante se paró y le exclamó que debían irse. Acomodándose el cabello, Laira se incorporó y guardó todo lo desparramado, colgando los prismáticos de su cuello. Caminaron ladera abajo con cuidado y llegaron a la casa.

Laira pasó al baño y luego fue a la cocina. Agarró su medicina y un vaso de agua. Luego de tomarlas subió a su dormitorio seguida por su acompañante. Éste la ayudó a arroparse dentro de la cama.
Charlaron de cosas insustanciales por minutos convertidos en horas. Así de insustanciales fueron los días que le siguieron a ese. La fecha se acercaba y Laira iba opacándose.

Sólo sonreía cuando subía a observar las imágenes cambiantes con sus prismáticos. Quería fijar ese paisaje para siempre en su memoria. Deseaba que fuese el único que ocupara su campo visual hasta el final. Jamás querría alejarse de tal belleza. No quería perder la libertad del aire puro de aquella escena.

Paseábanse por las colinas cuando la mandaron a llamar. Ya tenían todo equipado. Sus prismáticos, colgados del cuello, se movieron y cayeron junto a ella cuando Laira impactó en el suelo. Lloraba y su acompañante no sabía qué hacer. Le avisaron que debería quedarse sólo unos pocos días en la gran ciudad. Que no se preocupara. Que era rutinario.

Laira se hospedó en la casa de un familiar lejano. Las sierras se habían convertido en cemento. Y lo que movía con sus ráfagas el viento eran papeles y suciedad. No había mirado más allá de lo que su vista le permitía de aquel nuevo e incómodo paisaje. Era una mancha que quería borrar. No quería asociar nada bello con la gran ciudad.

Fueron cuatro días y cinco noches de angustia. No estaba menos de tres horas por día en aquella sala blanca y silenciosa. No estaba todo bien. No estaba nada bien. Todo se perdía.

Laira volvió a las cumbres con un pie en la desesperación. Le habían dicho que debería regresar en menos de un mes. E iba a depender de los últimos resultados el tiempo que iba a estar atada a la horrible sala blanca.

Cada vez se sentía peor. La ropa no le quedaba. Los huesos sobresalían. Su acompañante la miraba con dolor. En la colina, el aire ya se había vuelto completamente hibernal. Ya no había flores. El sol apenas asomaba por unas cortas horas.

Laira no había pensado en el paso del tiempo. Miraba a través del aumento de los prismáticos y todo lucía igual. En verano hay días oscuros. En invierno hay días maravillosos. No siempre todo sigue el perfecto curso designado para sí. Siempre hay pequeñas fisuras que hacen del futuro algo maravillosamente inquietante. El final puede cambiar. El final puede no cambiar. Eso es lo que emociona.
Eso es lo que nos hace hacernos ilusiones. Por eso nos decepcionamos.

El receso de Laira iba finalizando. Los últimos días su acompañante la había obligado a quedarse en la cama. El frío y el viento ya no resultaban amistosos.
Laira, sin embargo, le suplicó que la acompañara por última vez a la base de su cumbre. Éste no pudo negarse. Insistió en subir con ella. Laira negó silenciosamente.

Sin dificultades, se sentó y observó la nieve en las montañas más altas. Movía su eje constantemente, deseaba observar todo su entorno. Las nubes negras que se acercaban. La lluvia que amenazaba. La quietud de los árboles. El silencio muerto del bosque. Todo iba lentamente quedando plasmado.

¿Realmente no iba a poder volver a disfrutar de tanta paz?

No podía llevarlos a la gran ciudad. No se merecían tanto frío. Deberían quedarse en donde siempre representarían las mejores imágenes agrandadas. Los más perfectos detalles.

Lo había decidido. Ya era momento de volver.

Apoyó sus azules prismáticos en la roca más alta. Les ató su bufanda. Mientras bajaba, el viento azotó y un ruido sordo fue omitido. Laira subió apresurada.

Los prismáticos se habían caído. Estaban rotos. Realmente ya no había margen de error. El tiempo había corrido más rápido de lo que podría haber llegado a querer.


29/04/2010

cuánto tiempo pasó