mercredi 1 février 2012

La extraña conexión músico-escucha es un tanto dolorosa como maravillosa. En aquellas ocasiones en las que las letras trasmiten lo que el autor siente, acoplada a la tonada de la voz y al no entendimiento por nuestra parte de la misma, uno se siente en falta, escuchando desde la pasividad el dolor de el o los otros
/Please, help me
Who can I be now?/
 
Pero cuando las canciones comparten parte o su totalidad con nuestras propias letras, con lo que pasó, es ahí cuando se produce el choque maravilla-dolor. La sonrisa que se dibuja en nuestro rostro tiene valor ambivalente, tanto para la feliz complicidad con el músico como para el dolor mutuo. Me figuro a mí misma diciendo, con esa sonrisa en la boca: 'hermano, pasamos por lo mismo'
/Don't worry, babe
there's somebody up there likes you!/

reflexiones junto a mi fiel David Bowie; las letras, de su Young Americans (1974)

 
regalito con amor




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